Oporto: ciudad de los puentes y las iglesias

La desembocadura del Duero, que en su último suspiro baña Oporto, es el que ha marcado la geografía de la ciudad. Su barrio antiguo nace a la riba derecha de este río y des de allí la ciudad se extiende por un amplio territorio. En este barrio antiguo es casi imposible avanzar sin dar con una iglesia. De hecho, en la zona más céntrica de la ciudad se concentran más de 30 templos y la mayoría de ellos son dignos de ser visitados. Estas iglesias son también un repaso histórico a los estilos arquitectónicos que han dominado Europa des de la edad media y en algunos, se mezclan diferentes estilos, como en la catedral o la iglesia de Santa Clara. Y entre iglesia e iglesia se alza la torre de los Clérigos, des de donde se puede tener una buena perspectiva de casi todos los tejados de esta ciudad portuguesa.

Sobre los puentes, todos tienen unas dimensiones impresionantes, tanto por su anchura como por su altura. En total hay seis que cruzan el Duero y los más característicos son los puentes del arquitecto Eiffel y el de su discipulo Théopile Seyrig. Por el primero, ahora ya en desuso, pasaba el tren. I por el otro, que lleva el nombre de Luís I, por la plataforma superior circula el metro y por la inferior los coches. Los otro cuatro puentes son más modernos pero no por esto pierden es espectacularidad. La mejor forma para verlos es con un paseo en barco por el Duero.

Y entre puentes e iglesias, Oporto también tiene una gran variedad gastronómica. Allí se puedo probar la cocina típica del país a base carne o pescado (sobretodo bacalao) siempre acompañado de patatas y arroz. Pero también es típico comer una francesinha al lado del río. Se trata de un plato de comida rápida pero muy elaborado y acompañado de una salsa a base de vino cerveza.

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